Los habitantes del Gallinero la conocen como la "maldición de los blancos". Este pueblo recibe cada vez más y más turistas, y con la llegada de los gringos llega también una extraña enfermedad que convierte a las mujeres locales en nada más y nada menos que gallinas.
Son cada vez más las familias que reportan incidentes parecidos y denuncian la maldición a los otros pobladores. Algunos rechazan la posibilidad del suceso mientras que otros se atienen a sus esposas (ahora gallinas). Este último es el caso de Furgencio y Olga.
Furgencio y Olga llevan veinticinco años de casados y juntos tienen tres hijos, Juan, Flor, y Faustino. La pareja se enfrentó a su desafío más grande cuando Olga fue convertida en una gallina más. Furgencio, aún enamorado de su esposa, "la más linda del pueblo" como dice él, duerme con la gallina todos los días e incluso busca gusanos en el campo para alimentarla.
El hijo menor de la pareja abandonó el corral molesto con su padre a causa del incidente; el hijo mayor encontró el amor en una gallina vecina. Según Furgencio, Flor, la hija del medio, probablemente se enfrente al mismo destino de su madre.
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